miércoles, 29 de abril de 2015

Operación pañal. Capítulo 1.

Las profes de la guarde a la que va la Cachorrina, que son un amor y todo optimismo y buenas intenciones, nos han comunicado la incipiente llegada de la campaña "Pañales fuera1", o lo que es lo mismo, cómo conseguir que el orinal forme parte de la decoración del salón, el pasillo o la cocina, y que yo termine de morir de agotamiento de perseguirla por casa para intentar que se siente unos instantes a reflexionar, y que, entre reflexión y reflexión, haga sus cosas.



El caso es que la nena es de vejiga tímida (supongo que dentro de unos años me retirara la palabra por haber hablado de sus intimidades impunemente), y dice que en el orinal que mees tú, que a ella se le queda el culo frío y no está para perder el tiempo. 

Pasamos por una primera fase en la que la novedad le hizo gracia y se sentaba riéndose y hacía como que empujaba -lo juro-, a una en la que se aburría soberanamente y poco menos que nos lanzaba el orinal a la cara al tiempo que salía corriendo, hasta llegar a la fase actual, que es la de resignación: se sienta y hace tiempo llevándose un cuento, plastilina o una galleta, hasta que se cansa y pide auxilio. Pero de pises nada, ni gota. Que no, que por ahí no pasa. Que ella es más de pañal. Y eso que luego a los muñecos bien que los sienta -tres o cuatro a la vez a presión en el orinal, así como en comuna-, y les dice "Caca"... angelitos...

Así que el Cangués y servidora tratamos de mantener unos horarios y adelantarnos a las necesidades de la Cachorrina a ver si conseguimos que haga algo sin el pañal (pero ojo! dentro del orinal, que eso es importante) para celebrarlo con ella y que eso la motive para seguir haciéndolo. Quién me iba a decir que llegaría un momento de mi vida en el que estaría deseando tener unas heces en un barreño para aplaudir y hacer el baile feliz de la caca bien hecha. Con lo que una era, menuda ruina...

Total, que la nena se nos queda atrás en la operación pañal, porque es la única de su clase que pasa del tema, y no sé cómo vamos a conseguir que le coja el gusto a eso del culito seco, bebé feliz. ¿Alguna idea?

Seguiremos informando :)

Imagen vía Pinterest.

miércoles, 15 de abril de 2015

Ir al parque sin silla, o como dar la vuelta al mundo sin salir del barrio

Una tarde cualquiera una llega cansada de trabajar, sin tiempo ni para sentarse a comer porque según llega recoge a la Cachorrina de la guarde  y trata de hacer que meriende antes de salir pitando al parque a que la criatura termine de agotarse -todo para ver si así duerme decentemente-, y se encuentra sin fuerzas para enfrentarse a la nena que no quiere subirse a su silla bajo amenaza de explosión de furia. E, inocente, mira por la ventana y ve que luce el sol, y mira a la Cachorrina y ella le regala su mejor caída de pestañas mientras dice Pepe-Pepe-Pepe, aludiendo a su muñeco que está sentado en la sillita de juguete que la nena estrella una y otra vez contra la puerta deseando salir de casa a pasear a “su bebé”. Y una que es débil, claudica, y se le despista la neurona sana que le queda y decide que por qué no, que vamos a ir al parque sin silla, que la Cachorrina ya es mayor y a la pobre le hace ilusión pasear a Pepe.

Y así, mostrando un grado de inconsciencia que ni los guiris haciendo balconing, sale a la calle con la nena, con Pepe, la silla de juguete, la mochila con el kit de supervivencia (agua, galletas, pompero y toallitas) y sin MacLaren. En buena hora.

Llegados a este punto tengo que aclarar que, según Google Maps, desde la puerta de casa nos separan unos 280 metros del parque, lo que, en condiciones normales son 4 minutos de trayecto a pie. Una vez aclarado este punto, prosigo: 

Una vez cruzado el umbral del portal llegó el infierno: que si por ese lado no quiere ir, que si Pepe quiere ir por aquí (bueno, pienso,sólo son 5 minutos más ir por el camino largo, así que vamos); que si coloca cada dos pasos la silla y al muñeco, que si se sorprende con cada hoja seca del camino, que si estrella la silla en cada árbol, bordillo, farola, que si coge la silla para subir escalones, que si se mete en toooodos los portales a nuestro paso, que si uno tiene rampa de acceso la sube y la baja, la sube y la baja, la sube y la baja, la sube y la baja, la sube y la baja..., que si “mira mamá: hormigas”, que si abandona la silla y se escapa para que mamá la persiga y luego tenga que retroceder con ella a cuestas a por la sillita, que si no quiere caminar más y mamá tiene que cargar con niña de 12 kilos, más mochila de supervivencia, más Pepe y la sillita, que si a mamá se le caen las gafas de sol al suelo y no le quedan manos libres, que si poso a la niña para coger las gafas y se endemonia y se tira al suelo y patalea porque quiere cuello, que si llega otra niña y se produce un conato de secuestro de Pepe que pone a la Cachorrina al borde del colapso y a mí jurando en arameo antiguo por haber tenido la idea de salir sin silla. 

Y seguimos: que si quiere agua, que si la soborno con una galleta de dinosaurio para que camine, que si llevamos 40 minutos para hacer 100 metros, que vuelve a querer llevar la sillita, pero por el prao intentando atropellar cacas de perro, la persigo, pero es demasiado tarde y ya ha atropellado una, limpiamos las ruedas de la silla,  consigo volver a la acera,  corre a esconderse en un portal, lame el cristal de la puerta, lo limpio, mientras limpio, ella huye y entra en otro bucle de subir y bajar rampas, pero ahora más difícil, sube escaleras echándose la sillita al hombro y baja la cuesta acelerada, amenazando con estamparse en cualquier momento. 

Yo no veo la hora de llegar al parque, pero lo que sí que no veo es el parque, que está todavía lejísimos, como en otra isla, o en otro país, y trato de ponerla en ruta de nuevo, pero entonces sale como alma que lleva el diablo en dirección contraria, y retrocedemos (NOOOOOOOOOOO, RETROCEDER NOOOOOO!!!!), y entonces abandona otra vez la sillita, y mamá vuelve a cargar con todo, a ver si avanzamos, y ha pasado ya una hora y todavía no diviso la entrada del parque, y encontramos otra vez a la niña de antes y se produce el segundo intento de secuestro de Pepe y de nuevo la furia, y las hormigas, y las carreras a las rampas de los portales... y no sé cómo parece que llegamos a nuestro destino, y miro el reloj y hemos tardado 1 hora y 20 minutos en recorrer los 280 metros más largos del mundo. Y suspiro aliviada y miro a la Cachorrina feliz y le digo “Bien!! Llegamos al parque!!”, y la Cachorrina está de cuclillas y empieza a oler raro... “a qué huele, no estarás haciendo caca? NO ESTARÁS HACIENDO CACA???!!!!!!” Pues sí, está haciendo caca. Estupendo.  Y el cambiador... en la silla que se quedó en casa. Bravo Lorena, Bravo!!. 

Total, que sin haber podido entrar al parque, emprendemos el camino de regreso: la Cachorrina cantando y estrellando la sillita contra los árboles y yo aguantando las ganas de dejarme atropellar por el bus urbano... Finalmente, tras media hora de regreso, llegamos a casa, y nos recibe el Cangués, que feliz, sonriente y ajeno al desastre nos pregunta: “¿Qué tal en el parque?” …............ Y hasta aquí puedo leer.

p.d. Por lo que a mí respecta, la Cachorrina irá sentada en su silla hasta que apruebe 4º de la ESO. He dicho.

miércoles, 8 de abril de 2015

Vacacionismo

La semana pasada aprovechamos que teníamos la boda de una amiga, y que nos coincidía muy bien con Semana Santa, para pasar unos cuantos días en nuestra Asturias Patria Querida, donde el Cangués y servidora podíamos dedicarnos a hacer como que todavía somos jóvenes y tenemos vida propia, mientras la Cachorrina era contemplada, entretenida y achuchada por abuelos, tíos y familiares varios.

Lo cierto es que viviendo lejos de la familia, te das cuenta de la falta que hace tener de vez en cuando un poco de tiempo para dedicar a hacer algo en pareja, o con adultos: ir al cine, a tomar algo con amigos sin correr detrás de la nena para que no se cargue nada ni se descalabre en cualquier esquina, seguir una conversación con normalidad, dormir a pierna suelta, ir a cenar y calzarse los tacones y pintar la raya de los ojos (de los dos) y fingir que eres una madre con tiempo para todo, hasta para ponerte mona.

Y también te das cuenta de lo importante que es que ella vea caras nuevas, que le canten canciones diferentes, le hagan gracias distintas, corran con ella sin cansarse por el parque y le dejen hacerse dueña y señora de sus casa para investigar cada rincón.

Y así, tras una semana de familia, risas, amigos, sidrina, Oviedo, verde prao, fabada, cachopos, viajes en avión de hora y media -que con la Cachorrina hiperactiva parecen vuelos transatlánticos-, kilos de más, y de dar esquinazo a la nena a la primera de cambio; volvemos a ser tres en nuestra isla. Y lo cierto es que si para algo nos sirve ir a Asturias, es para echarnos de menos y cogernos con más ganas, que la Cachorrina nos regala ahora unos mimos y abrazos que son para comerla. ¡Bendito vacacionismo!

El caso es que tras el paréntesis vacacional, el miércoles próximo volvemos con nuevas andaduras de la Cachorrina ;)