miércoles, 26 de noviembre de 2014

Drama mamá

Antes de tener a la Cachorrina, procuraba ir por la vida -y sobre todo, por la calle- aparentando cordura, y sensatez, (incluso iba peinada, maquillada y con tacones, pero ese es otro tema). Y, aunque es cierto que en ocasiones no lo conseguía del todo, porque tienden a pasarme cosas raras, creo que la mayor parte del tiempo lograba comportarme con una persona normal.

Sin embargo, después de la revolución hormonal del embarazo, el parto, el posparto, la lactancia y de las noches sin dormir, la cordura y la armonía neuronal brillan por su ausencia y te encuentras haciendo el majara por la calle por las razones más inverosímiles, (y no me refiero a cuando vas empujando la silla cantando en bucle las Canciones de la Granja 1 y 2 a grito pelado para aplacar la ira de la nena cuando se acerca la hora de comer).

Y es que el sábado, salí de paseo con la Cachorrina, mis suegros, que están de visita en la isla, y Coco,- el súper mejor amigo de la nena desde que su bisabuela se lo regaló hace mes y medio-, y a mitad de camino la nena se quedó dormida y dejó caer al pobre Coco, sin que ninguno de los cuatro nos diéramos ni cuenta.



Cuando unas calles más allá me percaté de que nos faltaba un miembro de la comitiva, en un ataque de "no sin mi muñeco", eché a correr como una loca desquiciada para desandar el camino recorrido en busca de Coco, con mirada de enajenada, buscando y rastreando las calles sin ver al peluche por ningún lado. Hasta que llegué al punto de inicio y me di cuenta de que alguien tuvo que haberse llevado a Coco, y entonces empecé a imaginar la tristeza infinita en la que se sumiría la Cachorrina al ver que Coco había desaparecido para siempre y que ya no podría ir corriendo a buscarlo al llegar a casa al grito de "Co-co-co-co-co-co", ni arrastrarlo y limpiar con él la mesa del salón, ni darle de comer el puré que ella no quiere metiéndole la cuchara hasta el esternón, ni morderle la nariz, zarandearlo o gritarle en zulú, ni llevarlo al parque y columpiarlo o tirarlo por el tobogán... Y como madre sin neuronas sanas que soy, empecé a llorar. Y llorando me acerqué a una pobre señora a preguntarle "si había visto algo sospechoso con un muñeco azul, de Barrio Sésamo, que es el favorito de mi hija, y ella lo llama Coco, es de las pocas cosas que sabe decir -moqueo sin parar-, y se le cayó en esta calle, y alguien se lo tuvo que llevar", "pues le compras otro, mujer", "es que ya no lo venden -sigo con el dramón-, se lo regaló mi abuela y es un muñeco de cuando yo era pequeña, y le encanta, y ahora nos lo robaron"... Y yo sonándome los mocos mientras la buena mujer me miraba con carita de pena, -que yo creo que si la achucho un poco me invita a un donut de chocolate para aliviarme el disgusto-.

Total que volví sobre mis pasos, arrastrando los pies y, debo reconocerlo: cagándome en toda la humanidad por cacos y por chorizos: que haber quién quiere el juguete de mi nena, que es suyo, que se lo devuelvan, hombre ya.. Cuando lo diviso a lo lejos en una barandilla de una bocacalle, sentado con su sonrisa y su nariz rosa, y sin vergüenza ninguna, doy un salto y grito "¡¡¡¡COCO!!!!" y salgo corriendo y lo cojo, y lo abrazo como a un hijo, y loca de felicidad voy corriendo a devolvérselo a la Cachorrina, ... que lo ignoró completamente porque estaba muy entretenida en los columpios. Con lo que Coco y yo habíamos pasado... 

Y colorín colorado, este relato basado en hechos reales, sobre una mamá a la que se le han terminado los tornillos, se ha acabado. Que me gusta un drama... ;)

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Carta a Nerea (VII)

Querida hija, 

Hacía un tiempo que no te escribía, en parte porque estoy muy ocupada persiguiéndote para impedir que te eslomes en cualquier esquina, te pilles los dedos con las puertas, me pongas la lavadora o me conviertas el baño en un spa. Pero creo que ha llegado el momento de comentarte una cosa. 

Ya sabes que mamá y papá te quieren muchísimo, y te miran y remiran con amor del bueno, y que para nosotros eres el ser más precioso del mundo; pero debes saber que esto no quiere decir que seas perfecta, de hecho hay alguna cosina por ahí que no estaría mal que intentáramos corregir. Y sí, hablo de ese carácter (léase: mala leche) que te gastas cuando las cosas no salen como tú querías. 

No es que no te quiera como eres, que sí, pero tienes que reconocer que tienes tus cosas (chiquitinas, pero tus cosas, al fin y al cabo), y que montes en cólera y te endemonies nivel niña del exorcista porque hay un niño montado en el columpio (que te recuerdo que, a pesar de los agradables ratos de ir y venir que pasas en él, no es tuyo), porque no te dejo comer gravilla mezclada con barro del suelo,  o tirarte de cabeza a la fuente del parque, pues qué quieres que te diga, es un mal rato -hoy en concreto fueron tres malos ratos en media hora, y yo así no llego a vieja-. Y es que, Cachorrina mía, yo no había visto violencia callejera semejante a una "perreta" tuya en la vida. 

Con esto te quiero decir que a partir de ahora vamos a intentar evitar que te conviertas en una dictadora y a enseñarte que no puedes tener siempre todo lo que quieres, y que no pasa nada por ello. No hace falta frustrarse y cabrearse hasta que se oyen tus gritos desde la península, ni tirarse al suelo a patalear enrabietada. 

Te escribo estas líneas para que nos eches una mano, que ya sabes que nosotros vamos aprendiendo como podemos sobre la marcha, para que entre los tres podamos enseñarte a reaccionar mejor a las cosas que te contrarían o que no te gustan, y que aprendas que no puedes tenerlo todo; porque si con 15 mesinos de nada que tienes, ya eres un poco máquina de reñir y te gastas el carácter que te gastas, yo ya me veo pidiendo vez para Supernanny, y, por si ella falla, poniéndome en lista de espera para Hermano Mayor.

Ya me despido, que ahora tengo que ir a comprobar que estás dormidina en tu cuna, tapada, que respiras tranquila y que hueles como los ángeles. ¡Te requetequiero princesa!

Un besín, 

Mami





miércoles, 5 de noviembre de 2014

Escogiendo guardería

Últimamente han cambiado algunas cosas en casa de la Cachorrina -sí, suya, a nosotros nos deja vivir aquí porque le damos galletas, pero tooooda la casa ya es su territorio-, y es que una servidora por fin ha encontrado trabajo en la isla (y, como se suele decir "de lo mío", toma ya!), lo que nos ha obligado a buscar una guarde en la que la Cachorrina pudiera desahogar su locura unas horas todos los días.

El caso es que no es tarea del todo fácil porque había que valorar diferentes características que debía reunir la escoleta (así las llaman aquí) para ajustarse a lo que nosotros buscábamos, y que era:

- Buenas instalaciones, con patios amplios exteriores a los que sacaran a la Cachorrina a correr todos los días (esto puede parecer una tontería, pero en una guarde nos dijeron que sólo los sacaban los meses de primavera y verano, y yo sólo imaginar a la nena encerrada entre 4 paredes hasta marzo se me encogía el corazón pensando en ella y en la pobre profesora que sufriría las consecuencias del encierro).

- Profesoras majísimas que nos dieran buenas sensaciones para encomendarles la tarea de ayudarnos a educar a la peque.

- Comida casera cocinada en la propia guarde.

- Higiene, obviamente.

- Que fuera trilingüe: castellano, inglés, catalán. Los dos primeros porque me parecen fundamentales, y el catalán porque lo necesitará cuando vaya al cole en la isla.

- Que el horario fuera flexible para adaptarse a nuestros horarios, turnos y demás.

- Que estuviera cerca de casa.

- Que los precios no nos dejaran sin respiración.

He puesto el factor económico en último lugar porque realmente nos hicieron decidirnos todos los anteriores y al final nos quedarnos con la escoleta que ganaba en todos ellos aunque fuera un poco más cara que las demás. 

De momento estamos muy contentos con la elección, aunque todavía hace pocos días que la Cachorrina empezó a ir. Y además, antes de que la pobre muriera del susto teniendo que comer allí y todo -y pensara que ya se iba a quedar a vivir en la guarde para siempre-, hemos empezado poco a poco con un par de semanitas de adaptación, de ir sólo 2 ó 3 horas al día. Debo decir que el primer día todo parecía de color rosa porque la nena se quedó jugando tan tranquila, y que día a día se va coscando del asunto y le cuesta más trabajo quedarse (qué momentos más malos, oiga). Pero las profes que son unos amores me envían fotos al whatsapp de la peque jugando encantada para que me quede tranquila y vea que sólo llora 5 minutos cuando nos ve marchar y que luego está tan contenta. Miedo me da el primer día que vea que se queda a comer y a echarse la siesta, lo mismo le da algo. ¡Ya os contaré!

Y vosotr@s, ¿cómo escogistéis la guardería?, ¿qué tal lo llevan los peques? Seguid tan guap@s :)